miércoles, 23 de abril de 2014

La cábala y el poder soñar: Despenar a una vida visionaria – Catherine Shainberc

Posteado por: Javierwheatley

Toda mi v¡da he sido una soñadora De niña, cuantío oía música, veía en Tecnicolor Convivía con hadas y ángeles. Entraba en los sueños de otras personas. “Veía” a estas personas y las ayudaba en mis sueños. Mi decía que estaba malgastando mi en sueños. Quería que fuera práctica, pero yo creía que ya lo era
Por ejemplo, sabía que soñar no me libraría de las tareas normales de la escuela. Por eso inventé un sistema mediante el cual escuchaba con un oído y me imaginaba que lo que la maestra decía iba a parar a un bolsillo dentro de mi mente (como el segundo estómago de los camellos). Aprendí que, si visualizaba este “bolsillo”, siempre podría recordar la información posteriormente, a la hora de responder preguntas
Entretanto, mi vida real se desenvolvía en otro mundo. Mientras estaba sentada en el aula, buscaba con la vista un rincón del techo y me pasaba el día soñando sin que nadie se diera cuenta. En mi adolescencia, cuando pensaba en ir a la universidad, no se me ocurría qué podría estudiar que me resultara tan interesante como las hermosas imágenes y sonidos que encontraba en mis sueños Entonces, cuando crecí, las bellas imágenes y la música de los mundos interiores que pertenecen a los artistas se me hicieron reales. Por eso decidí estudiar arte.
París está repleta de iglesias, palacios, jardines, estatuas, fuentes En cada esquina hay algo con que deleitar los ojos Cuando era estudiante de arte, me pasaba el tiempo mirando pinturas en el Louvre Muchas veces, después de estudiar una pintura tenía que irme a para calmarme. me parecía muy intenso.
Me preguntaba por qué algunos colores y formas me conmovían tanto, mientras otros no tenían ningún efecto en mí. En la abundancia de deleites y posibilidades visuales que me rodeaban por todas partes, empecé a jugar con formas y colores.
Por ejemplo, si tapaba un limón en una pintura de Matisse, toda la pintura perdía su vitalidad Cuantío vi una de La parábola ce los ciegos ce Bruegel, impresa a la inversa, los ciegos de la pintura, en lugar de ir tropezando inexorablemente hacia la derecha de la como en el original, se dirigían esta vez a la izquierda, donde miraban torpemente hacia un agujero en el suelo: un efecto completamente distinto.

Quise saber si había leyes que describieran cómo las formas, colores y direcciones espaciales influyen en nuestras emociones. Sabía que ciertos colores en mis sueños me asustaban, mientras que otros me producían gran felicidad.
Sabía que cada vez que entraba en la catedral de Norte Dame en París, la iglesia gótica que se alza sobre el Sena, mi cuerpo me parecería más ligero y más alto y sereno. Si estaba en un con una pintura de Cézanne a mi espalda, aunque no supiera de la presencia de esa pintura, la piel de la espalda me empezaba a cosquillear Podía identificar al pintor sin darme vuelta para mirar.
¿Otros serán igual de sensibles? Sabía que algunas personas decían que algunos lugares las hacían sentirse bien, mientras que otros las oprimían. ¿Dónde podría averiguar más sobre este tipo de experiencia? ¿Y qué haría con ese conocimiento después de haberlo obtenido?
Quería escribir mi disertación doctoral sobre estas cuestiones, pero mis profesores no quedaron muy impresionados con el tema y me pidieron que buscara temas más tangibles Dejé los estudios imagínese a una soñadora sola en París, sin ni propósito. ¿Qué podía hacer? Pues, y soñar, por supuesto! Soñaba y los sueños me decían lo que debía hacer. Sin embargo, no recibí esta orientación sin pagar como precio cierto dolor psicológico, pues aún no había aprendido a confiar plenamente en mis sueños. El resultado fue que no podía hacer lo que me decían mis sueños sin sentir gran inquietud y temor por mi futuro.
Hacer frente a cada día en un estado de incerodumbre con respecto a decisiones básicas de la vida es difícil incluso cuantío somos soñadores consumados. Conseguí un en el giro editorial y conocí a un joven, un judío de África del Norte.
Al escuchar sus ideas, conocer a sus amigos, todos judíos mediterráneos, y hablar con ellos, me sentí fascinada por la fluidez ce su pensamiento, la fuerza de su imaginación y su gran bondad. Quise sumergirme en su mundo. Fui a Egipto. Volví en cuatro ocasiones y luego visité el Urbano. Siria y Jordania. Nunca me hastiaba de estos países. En ellos me sentía como en casa.
Provengo de una antigua aristocrática francesa de la Dordoña. En aquel momento una de las explicaciones que daba a mi nueva pasión por el Oriente Medio era que se había activado en mí algún gen de un antepasado que había participado en las Cruzadas
Entonces las circunstancias externas, además de los sueños, me llevaron a mi siguiente destino: Israel. Fui a un kibutz en el desierto. ¡Ahora que no sabía lo que estaba haciendo! En lugar de estar estudiando en la exclusiva universidad de los Estados Unidos donde me habían ofrecido una beca, estaba recogiendo frutas en el desierto del Néguev.
 

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