Desde mis más tempranos recuerdos, mientras crecía en una iglesia cristiana evangélica, pensaba a menudo en la Cena del Señor. Cada semana, en un santuario sencillo y casi sin adornos, estaban frente a mí las palabras del Señor Jesús, grabadas en la debajo del pùlpito: «Haced esto en de mí». Esta cena no se celebraba con mucha en mi iglesia local, pero cuando se incluía en nuestro culto, ella tenía un fuerte atractivo para mí. Recuerdo que le preguntaba a mis padres: « ¿Por qué hacemos esto?» y, « ¿Qué significa esto?». (Recuerdo que incluso preguntaba: « ¿Por qué hacemos esto con tan poca frecuencia?».} Las respuestas que recibía no eran enteramente satisfactorias. Pero la atracción que sentía por esta celebración crecía paulatinamente con el tiempo. Para muchos de mis amigos la ceremonia parecía sombría, pero para mí era emocionante, un momento lleno de esperanza y gozo. Entendía que ella tenía una importancia vital para mi como cristiano, pero no tenía idea por qué. También sabía que quería de ella como un cristiano que ama de veras al Señor.
Qué extraño que a nosotros los cristianos se nos tenga que recordar lo que somos a través de una simple y recurrente comida. Hemos sido redimidos por la sangre de nuestro Mesías, Jesús, pero a pesar de eso somos proclives a olvidar su gran acto de sacrificio. Pero nuestro Señor comprende perfectamente bien nuestras debilidades y por eso hace provisión por nosotros, para que vengamos una y otra vez de manera que no nos olvidemos.
Más de cinco décadas después todavía pienso en esta simple y asombrosa comida. ¿Por qué esta ceremonia es tan importante para nosotros los cristianos? ¿Cuál es el encanto de la acción de tomar el pan y el vino para recordar la muerte de Cristo en nuestros nutridos encuentros eclesiásticos? ¿Y por qué esta comida particular se practica todavía por casi todos los cristianos vivos hoy en día cuando los cristianos han discrepado constantemente sobre su significado exacto por casi veinte siglos?
Donald Bridge y David Phypers, en una útil panorámica de la Cena del Señor, describen a un espectador imaginario que observa un religioso por . Ye muchas señales, sonidos y formas que proceden de diversos grupos cristianos de el mundo. En de esta amplia diversidad, toma nota de lo siguiente:
[Ahí] hay una cosa que los diferentes grupos sí tienen curiosamente en común. Todos hacen un uso más bien especial del pan y el vino. El uso que hacen de estos es asombrosamente diferente, pero todos los usan. Si [este espectador] se fija en el programa durante algunas semanas, pronto descubrirá que los cristianos no han hecho cosas diferentes con el pan y el vino, sino que se han hecho de forma mutua cosas terribles a causa de ello. Hombres y mujeres han sido encarcelados, azotados, atormentados, torturados, y quemado vivos debido a opiniones que difieren sobre lo que en realidad sucede cuando los cristianos comen pan y beben vino y recuerdan a su Señor.
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