sábado, 31 de mayo de 2014

No seré feliz, pero tengo marido – Viviana Gómez Thorpe

No seré feliz, pero tengo marido   Viviana Gómez ThorpePara nosotros el ttiatrirríonio es un haría un destino desconocido.– el descubrimiento de qué la genté debe compartir no sólo lo que no saben el uno del otro, sino también lo que no saben de sí mismos.
¿Cómo hice para seguir casada durante tanto tiempo? La me hace esa pregunta. Yo misma, a veces, me la hago. Podría decirse que soy de i as que apostaron , románticamente, a la menos del mundo. Sin embargo, si me hubiesen preguntado hace… digamos, diez anos, cuando ya no quedaba ningún romanticismo en mis días (y por cierto, ni hablar de mis noches), si mi matrimonio iba a durar tanto, hubiese dicho que no, Y perduró veintisiete años. Puedo imaginarme las risas de sorna de quienes abonan la de un tal Larry iVliller: «Hay mujeres que. queriendo divorciarse, siguen casadas, porque se conforman con que al menos su marido no se droga, ni tiene sida.» O sea. i as que «duran» son necesariamente seres cobardes, grises, que no están dispuestas a correr ningún en la , a aceptar ningún desafío. Pero puedo asegurarles que el matrimonio, como yo io he vivido hasta ahora, ha sido una auténtica cruzada, con emociones violentas, gloria, «muertos» y «heridos», entre otras cosas.

No se trató de uno de esos matrimonios sobrevivientes que siguen juntos por económicos, por miedo a la soledad, o simplemente por inercia. Lo que se intentó construir fue un matrimonio «creativo». Dos personas totalmente incompatibles (todo el mundo es incompatible) procurando desentrañar de qué se trata eso de aprender a ceder partes de sí mismos en función de un proyecto común. Y muchas veces se llegó hasta el borde de la destrucción, para volver a fundar todo nuevamente. Se trató de algo dinámico, que iba cambiando junto a sus miembros. En mi caso particular, el seguir casada no fue un resultado, una consecuencia —como suponen quienes le atribuyen el éxito de una pareja a ese algo mágico y misterioso llamado «amor»—. Fue una decisión que traté de renovar cada día al levantarme, como lo haría con sus votos una monja de clausura. Fue. por así decirlo, una vocación, Y hasta me atrevería a afirmar que una vocación de , como la de bombero o enfermera. Siempre me atrajeron las causas perdidas y. acaso, como alguna vez dijo Indira Gandhi «fue un gran privilegio haber vivido una vida difícil». La de casada.
Producto de esas grandes aventuras y desventuras, vieron la luz por años todos mis escritos en intervenciones radiofónicas. Y, finalmente, este libro.
¿Que si alguna vez en todo este tiempo pensé en divorciarme de mi marido? No. Pero sí en matarlo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario